viernes, julio 04, 2008

LAHE - EN MEMORIA DE LA FARAONA


Pino Montano es un barrio periférico de Sevilla. A lo largo de los años entre sus largas calles y las prolongadas sobras de sus altos bloques racionalistas ha forjado una cultura urbana juvenil que se ha hecho escuchar con un estilo musical cercano al Hip-hop, que algunos ya han hecho propio de este barrio.

Este ambiente ha dejado impreso en la zona una personalidad que queda enfatizada plasticamente en los graffitis que hoy ocupan sus muros, auténticas obras de arte de distintos artistas.
Entre todos destaca uno, un gran mural dedicado a Lola Flores, tal y como reza en una leyenda en su parte superior "En memoria de la Faraona". Su autora LAHE, uno de los nombres más valorados en esta faceta, quiso hacerle un homenaje a su admirada Lola, cuyo retrato ocupa la parte central de la obra custodiada por dos grandes rosas. Para la confección del mural (soportado en un muro de más de 5 metros de altura) contó con la ayuda de SRG.


El graffiti está presente en la vida cotidiana del barrio desde hace años, siendo respetado, admirado y conocido por todo el mundo. No obstante, el paso del tiempo tiene sus consecuencias por lo que sus autores han pensado en una posible restauración.

MYSPACE DE LAHE: http://www.myspace.com/lahe_splcrew
MYSPACE SRG: http://www.myspace.com/mr_srg

domingo, junio 01, 2008

Enrique Costus en ¡HOLA!


¿Era Enrique un genio?. Posiblemente, ahí está su obra para decirlo. Desde luego, para mí si lo era y es. Aparte de su genialidad artística y su creatividad desbordante, Enrique tiene algo que se me escapa. Su capacidad para adelantarse a todo. Parece como si durante su vida su genialidad le llevase a percibir cosas que están pasando en los últimos años. Leer y profundizar en cualquiera de sus frases lleva a pensar en eso. Por ejemplo, en una entrevista concedida en 1982 ya aclara el dilema existente en torno a La Movida, al término y a las falsificaciones que conlleva... y así mil cosas...

Por no hablar del mundo de los sueños, donde Enrique suele estar presente en el subconsciente de muchos y siempre acompañado con su carácter visionario. Debo reconocer, que yo también he soñado con Enrique, algo que luego marcó algunas "casualidades". Esto lo escribe alguien que no cree en nada, salvo en aquello que tiene ante sus ojos. Blanca Sánchez, contaba que organizando la exposición La Movida para la Comunidad de Madrid, Enrique se le solía aparecer en sueños regañandole y pidiendole explicaciones sobre la presencia de determinados artistas, que como bien decía "nada tienen que ver".

En la época de La Palma ya bromeaba con su obsesión, la revista ¡HOLA!, todo un fetiche que supo hacer extensible a todo su alrededor. Quería salir en el ¡HOLA!, hacer de su vida un ¡HOLA! y así la revista se convirtió en el epicentro de su mundo creativo. De todo esto surgió una serie de cuadros basados en la prensa del corazón "Paso trascendental: del Diez Minutos al Hola", donde la susodicha publicación aparecía representada por un retrato del Sah de Persia y su esposa Farah Diba.

Finalmente, Enrique se nos marchó, pero su obra y su espíritu creativo quedó aquí y parece ser que no dejó de mover los hilos para verse en las páginas de ¡HOLA!. Estando en Jerez durante la exposición antológica de Costus, Olvido comentó que su afán finalmente se vio cumplido. Cuando ella enseñó su casa en la revista, una de las fotografías mostraba el cuadro del Sah y Farah, citando a Costus en el pie. Juan y Enrique ya estaban en ¡Hola!.

Pero Enrique quería más. En 1979 pinta un retrato de Grace Kelly, que finalmente quedó incluido dentro de la citada serie. La pintura era toda una declaración de intenciones, convertida hoy en una visión. La princesa Grace aparece entrando en el Baile de la Rosa, como lo indica la flor que lleva en su mano, junto a ella, un libro, el manual "Le Chochonisme Appliqué"… Así el Chochonismo, la verdadera y única corriente cultural del Madrid de los 80, entraba en el Baile de la Rosa y consecuentemente en la prensa del corazón.

Hace unos meses me suena el teléfono con la siguiente sorpresa: "Costus decorarán el salón principal del Baile de la Rosa". Después de la reacción de sorpresa y de la emoción desbordada; mis primeras palabras fueron: "Enrique lo sabía". Lo había dejado pintado. Al final, sólo se expusieron tres obras (reproducciones) de Enrique pertenecientes a su exposición "Temas de Arquitectura Nacional y Otros Monumentos"; se trataba de "Quinto con Marmota", "Carmen Sevilla" y "Paquita Rico".

Adjunto al texto la fotografía publicada en ¡HOLA!, donde pueden verse las reproducciones de los cuadros.
http://www.enriquecostus.es


jueves, enero 03, 2008

DOÑA CONCHA: EL GENIO DE LA PIQUER

DOÑA CONCHA: EL GENIO DE LA PIQUER.

“Cuando los años setenta daban paso a los ochenta, todo lo relacionado con la Copla estaba mal visto por la incipiente “modernidad” roquera. Pero siempre hay un grupo de “otusiders” que saben venerar a las Diosas que alimentan nuestro espíritu. Agradezco a mi buena estrella haberme cruzado, adolescente y carente de perjuicios, en el camino de esas personas maravillosas que “entendían” que una Diva no sucumbe ante posturas pseudoprogres. Y menos Doña Concha, que arrancaba lágrimas negras a nuestro maquillaje punk”.
ALASKA.


Durante los duros años franquistas el régimen se apropió de la Copla para hacer uso del género a su antojo. Por esta razón tras la dictadura La Copla fue acusada de todo tipo de “delitos”; se le tachaba de denostada, de exagerada, de caer en los tópicos y ensalzar los sentimientos más bajos y primarios del ser humano, como el odio, los celos, la venganza, la pasión, etc.

Sentimientos que por bajos son necesarios en nuestras vidas y que por primarios hemos sentido todos alguna que otra vez. La Copla, género popular por excelencia, se basaba en la vida cotidiana de unas ciudades sumidas que vivía para sus fiestas, sus costumbres y sus sentimientos, pues era lo único que tenían.

“Esos son cosas de folklóricas”. Así se tachaba al género en las décadas posteriores al franquismo. Si bien es cierto, que estos desagravios tenían una cierta base, puesto que desde el régimen se vendió una imagen que no correspondía para nada con la realidad que vivía La Copla, llena de transgresión y libertad sobre y detrás del escenario.

Ejemplo de la transgresión y de libertad fue la vida de Concha Piquer, Doña Concha. Para muchos, muchísimos, su nombre aún suena a una España deprimida, a un género conservador y clásico. Sin embargo, Concha es un ejemplo de mujer del siglo XXI, una adelantada a su época.

Doña Concha fue una mujer inútil, muy inútil hasta que abría la boca, entonces nacía el genio. Esto no lo digo yo, lo aclaraba ella misma en una de sus entrevistas… “yo he nacido para cantar, no valgo para otra cosa…”.

La cabezonería, seguridad y decisión que marcaron su trayectoria floreció desde los primeros años de su infancia. Pese a las negativas que recibió en sus primeras actuaciones infantiles, Conchín se presentó un día en el Teatro Sogueros de Valencia… Allí, ni corta ni perezosa se plantó y gritó: “Vengo a cantar” y allí se quedó una buena temporada hasta que la vio el Maestro Penella, que se la llevó a “hacer las Américas”.

Corrían los años 20 en una España sumergida en la pobreza, Conchín, todavía una niña, no hablaba castellano, sino un dificultoso y profundo valenciano con un acento muy arraigado que complicaba su perfecto entendimiento. Al poco tiempo no sólo dominaba ya el castellano, sino que “hablaba inglés como un loro”.

Tenía sólo 16 años cuando triunfa en Broadway contratada por los empresarios más importantes de la época, los hermanos Shubert. Concha vivía lejos de su familia, sola y nada se sabe lo que sucedió en estos años, pero nos ha quedado una muestra de su temprana decisión y modernidad al hacer algo que por aquel entonces era considerado como un pecado mortal para cualquier española. Sí, la Piquer posó semidesnuda (“desnuda” o en “top-less” como se consideró en la época) en unas fotos que rebozan erotismo y sensualidad, unas fotos de las que sólo conocemos las dos conservadas en el Museo del Teatro de Almagro.
Su llegada a España a finales de los 20 vino con la polémica de una de sus primeras canciones “La Maredeueta”, considerada una herejía y un sacrilegio por la Iglesia Católica. En estos años el repertorio de la Piquer andaba lejos de la Copla y más cercano al cuplé que ya empezaba a agonizar. Aún así ya era conocida en el país entero.

Su ego la llevó de la mano a una de las polémicas más sonadas, su conflicto con Pastora Imperio, el típico duelo de estrellas: ¿Quién actúa primero?. La Piquer salió airosa, como siempre.

Ya entrada la década de los 30 tiene lugar un mítico y legendario hecho, digo legendario y mítico porque aún hoy no se sabe si fue verdad, pero ha quedado en la memoria popular como un cotilleo; se trata del encuentro con Rafael de León. El poeta se acercó a su camerino tras presenciar una actuación suya en Sevilla. La anécdota es reflejo de la libertad que existía en el mundo de la “farándula”:

- “¿Es usted Conchita Piquer?”.
- “¿Y usted es maricón?”
- “¿En que lo notó?”
- “En la gorra”.

A partir de aquí se hicieron inseparables y junto al Maestro Quiroga inventaron y llevaron al máximo un nuevo género: La Copla.

En los años de la Guerra Civil Conchita se había convertido ya en Doña Concha, una mujer culta e inteligente que se codeaba con personas muy poderosas e influyentes de la época. Pasó la contienda en el llamado territorio nacional y ello le valió la etiqueta de “artista del régimen”, calificativo que como toda etiqueta no era cierta. Su trayectoria y vida privada en los años del franquismo estuvo llena de problemas con el régimen.

El primero fue por declinar una invitación de Carmen Polo. Por aquel entonces se organizaban fiestas en El Pardo en que los artistas eran “invitados” (obligados por las buenas) a actuar. Doña Concha no quiso interrumpir las actuaciones que tenía contratadas, consideró el Teatro más importante. La Collares no sólo no la perdonó nunca, sino que ordenó que le retuvieran el pasaporte cuando ésta se disponía a ir a América.

Ya escarmentada no se le ocurrió negar una nueva invitación de Franco a una fiesta y cacería en La Granja. Tras una pequeña actuación se le hizo tarde y se dispuso a tomar el té. En medio de la merienda un recadero se le acercó y le comunicó que el generalísimo la quería ver ahora cantando Ojos Verdes. Esto ya fue demasiado para su orgullo y reprendió de la siguiente forma: - “¿Su Excelencia ha merendando ya?. Pues comuniquele que yo ya terminé mi actuación por hoy y que estoy merendando. Si quiere verme cantar, que vaya al teatro…”. Ante esa negativa, hubo una nueva proposición a lo largo de la tarde. Al terminar la fiesta se organizó un saludo de todos los artistas al generalísimo, saldrían todos al escenario para un aplauso general. También se negó porque consideró que no había ido allí a saludar: “¿Me toman como una chica de Colsada?... ya me habían aplaudido bastante cuando salí a cantar”. No serían los únicos reveses que recibiría el Franquismo por parte de la Piquer.

En años años 40 nace una Piquer aún más rebelde y libre de perjuicios. En aquellos años el régimen veía en las vidas de las estrellas una forma de exaltar los valores ideales que debía tener toda buena mujer. Juanita Reina fue un ejemplo de ello, no ocurrió así con Concha Piquer. Ya se había enamorado de Antonio Márquez, que por entonces estaba casado, por lo que la boda ni fue posible, ni creo tampoco deseada. Se preocuparon exclusivamente de disfrutar el uno del otro y el otro de uno. La Piquer se convertía en la otra y en la única al mismo tiempo, una vergüenza para la moral católica reinante en la época que ella no la llevó en silencio, sino que fue pregonada por cada una de las lágrimas que de sus ojos brotaban cada vez que cantaba el mítico estribillo del “Romance de la Otra”.

Sus canciones… D. Rafael de León, letrista de la mayoría y de las más famosas coplas le coló varios goles a la censura. Sus letras exaltaban sentimientos castigados y señalados, perfiles de mujeres “ligeras y zafias” que estaban muy mal vistas y que llevaban vidas impensables para la mayoría y especialmente para los altos estamentos. Así, Concha Piquer estrena uno de sus grandes éxitos: “Tatuaje”, canción con ritmo de Tango en la que una prostituta de los puertos se enamora de uno de los marineros que había requerido sus servicios. Ella no sólo cantaba, sino que interpretaba, así que para colmo de males cada vez que sonaban los primeros acordes de la canción salía al escenario una sugerente y fatal Piquer, que comenzaba a cantar fumando. Fumar era un pecado si se era mujer en 1940, pero Doña Concha no sólo lo hacía en su vida privada, sino también en público… cada vez que le apetecía.

Durante los locos 20 su estilo era más cercano al Cuplé. Fumando mientras interpreta Tatuaje.

De nuevo la prostitución estuvo presente en su repertorio y esta vez fue de una forma más directa y notoria. Admiraba a sus amigos Quiroga, León, Valverde… y consideraba sus canciones como creaciones únicas e inmodificables y menos por razones de una censura, que para su educación americana era absurda y estúpida. Así que pagaba orgullosa una multa de 500 ptas., un dineral en la época, por cantar “apoyá en el quicio de la mancebía” los “Ojos Verdes”, en lugar de “en la puerta mía” como se dictaba desde la censura.

A ello se le unió otro mazazo para la moral franquista. La Piquer, soltera, se quedó embarazada. El mayor escándalo, máxime cuando se trataba de una estrella de fama internacional. Su hija no sería reconocida en España, porque la ley no la amparaba. Así hizo coincidir su parto con una actuación y viaje a Argentina, donde gozaba de la amistad de personalidades como Eva Perón, madrina de su primogénita. En este país, por cierto, tiene lugar otra de las anécdotas que reflejan su carácter y testarudez. Le recomendaron que cambiase su nombre artístico por Concepción y así evitar las risas que en Argentina produciría su nombre de Concha. No sólo se negó a eso, debutó como Concha y se hizo respetar y admirar como tal.

Hay que tener en cuenta que Concha fue educada en América. Por ello sus formas diferían mucho de la España de la época. Era una mujer llena de inquietudes y enormemente independiente e inteligente, ello la llevó a ser una de las primeras mujeres con permiso de conducir y coche propio, algo reservado para hombres. Su inteligencia afloraba en su arte, la Piquer estudió música y usaba su voz como un instrumento más, con sus propias reglas, cuidando siempre la armonía. A diferencia de sus compañeras, no cantaba con el corazón, sino con la cabeza y esto la llevó a ser perfecta, algo que sabía.

Conduciendo su propio coche.

Para la posteridad quedará también su fuerte carácter y malhumor. Esta fama se debe a que para ella el Teatro y su arte no era cualquier cosa y exigía en todas sus actuaciones la perfección absoluta. De ahí las famosas multas que tenían que pagar los miembros de su compañía si eran impuntuales o se presentaban sucios o mal vestidos. Eso le sucedió en una ocasión a Manolo Caracol, al que no tuvo reparo de despedir.

“¡Con ser la Piquer me sobra y me basta!”. Con esta frase recibieron las autoridades políticas otro revés del orgullo de la Piquer. En 1962 le comunicaron que habían decidido otorgarle la máxima distinción que existía en aquella época, la medalla de Isabel la Católica, que ella enérgicamente rechazó con la anterior frase. Quizás la verdadera razón se hallaba en que años atrás se la dieron a Juana Reina, por eso confesó “… después de tenerlo Pelé, Melé y el chiquillo de la Bengalé yo no lo quiero”. Asimismo, se negaba al reconocimiento hacia su persona por parte del régimen y de altas esferas del franquismo, rechazando al mismo tiempo el trato de excelentísima que conllevaba dicha condecoración.

La rivalidad entre ambas siempre estuvo ahí. Juanita Reina gozó siempre de un gran éxito y fue siempre muy aplaudida y querida allá por donde iba. Tan sólo coincidieron una vez donde estuvieron muy diplomáticas. La sevillana siempre tuvo palabras de admiración para la valenciana, mientras que ésta sólo se refirió públicamente una vez a Juana Reina para decir ambiguamente que “era de buena familia”. Doña Concha no soportaba homenajear a sus compañeras, ni que ante ella interpretasen sus canciones, pero no tuvo reparos en reinterpretar piezas del repertorio de Juanita Reina.

Con los Maestros León, Quiroga y Quintero. Durante el Homanaje al Maestro Quiroga, la única vez que se pudo ver juntas a Concha Piquer y Juanita Reina, quin acudió acompañada de su esposo Federico Casado, "Caracolillo de Triana".

Doña Concha Piquer siempre fue así, ni franquista ni antifranquista, fue sólo de ella misma: de la Piquer. Era tan inteligente que sabía donde llegaba su valía artística y era orgullosa porque tenía razones de sobra para serlo. Lo que es indiscutible que su estilo quedará y permanecerá siempre por encima de modas, de décadas y de generaciones. Fue una mujer que hizo siempre lo que le dio la gana en tiempos en los que estaba más que prohibido.

Fue tan perfecta y perfeccionista que resulta llamativa su retirada. Cuando estaba en la plenitud de su arte y éxito, una noche actuando en Isla Cristina ella notó mientras entonaba “Mañana Sale” que sus facultades no eran las que ella exigía. Un matiz que no notó nadie, ni el público, ni los músicos, ni el cuerpo de baile. No obstante, ella segura de sí misma reunió a toda la compañía y les comunicó: “Esta noche han escuchado por última vez a Conchita Piquer”. No volvió a actuar públicamente nunca más, salvo en contadísimas ocasiones muy personales.